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jueves, 31 de julio de 2008

De IGNACIO de LOYOLA a BENEDICTO XVI

HOY deseo animaros a vosotros y a vuestros hermanos para que prosigáis en el camino de la misión, con plena fidelidad a vuestro carisma originario, en el contexto eclesial y social propio de este inicio de milenio» (Del discurso de Benedicto XVI a los miembros de la Congregación General XXXV, el 21 de febrero de 2008)...

El 31 de julio de 1556, tal día como hoy, moría en Roma Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Mientras agonizaba, su fiel secretario y auténtica conciencia latente del difunto, el burgalés Juan Alfonso de Polanco, corría al Vaticano para conseguir una última bendición de Paulo IV. Cuando Polanco retornaba con ese deseado gesto papal, el Padre Maestro Ignacio ya había fallecido en presencia de los PP. Madrid y Frusio. Desde tal momento, vivido en la oscuridad de la famosas camarette todavía conservadas y rehabilitadas de manera excelente, han pasado más de quinientos años. Y todavía hoy, podemos contemplar la serenidad del rostro de aquel hombre decisivo para la Iglesia Católica de su tiempo y del tiempo futuro, en la mascarilla de ese mismo rostro que, inmediatamente, se obtuvo tras su muerte. Ignacio de Loyola había pasado al Dios que fuera su Principio y Fundamento, pero también la raíz de su Contemplación para alcanzar Amor. Y dejaba tras de sí un grupo de amigos en el Señor, que se hacían llamar compañeros de Jesús. Su cadáver reposa en la capilla mayor de la Iglesia de la Compañía en Roma, en la parte del evangelio. Todo un signo.

Publicado por Norberto Alcover sj en ABC. Sigue leyendo...

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