Las manos que acusan con el índice no son diferentes de las que señalan el camino a seguir. Las que alzan su pulgar mostrando acuerdo, optimismo o compenetración son las mismas que lo bajan autorizando la muerte de los gladiadores romanos (o de otros muchos). No son diferentes las manos cuyos dedos aprietan el gatillo o el detonador, de las que los usan para arrancarle al piano las más preciosas notas.
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