En principio, el que tiene que desempeñar cualquiera, sea cual sea su ideología. En un Estado laico, precisamente porque no hay una ideología oficial, el enriquecimiento se producirá cuando cada colectivo aporte sus riquezas y haya luego un diálogo entre unos y otros. Los cristianos tendremos que aportar los elementos que brotan de nuestra tradición, pero procurar traducirlos a un lenguaje racional. Dentro de la comunidad cristiana podremos hablar con argumentos bíblicos, teológicos… -y debemos hacerlo-, pero en la sociedad civil debemos ser capaces de expresar nuestras ideas con un lenguaje racional, de forma que puedan convencer otros, o que, al menos, podamos enriquecernos mutuamente.
Si para intentar enriquecer la legislación se trata de actuar como grupo de presión, entonces es preferible una voz única, porque así crece la fuerza. Pero si se quiere enriquecer la ética civil, la ética común de los ciudadanos a través de un diálogo, es preferible que intervengan muchas instancias: los obispos, la CONFER, la FERE, los cristianos individuales… Actuar como grupo de presión es legítimo (Amnistía Internacional lo es, por ejemplo), pero hacerlo sin pretender cambiar antes la ética civil o mejorarla, sólo puede provocar agresividad en quienes no comparten esa ideología. Enriquecer la ética civil es lo que tiene más futuro.
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