Cuando Doña Sofía aterrizó en el aeropuerto de Pochentong, lo primero que encontró fueron los carteles de bienvenida escritos en español y las miles de banderas de España con las que los camboyanos engalanaron su recorrido hasta el hotel en el que se hospedó, así como el centro de la capital.
Lo duro empezó al visitar los proyectos que desarrolla Cooperación Española en este castigado país. Su primera cita fue en el centro de rehabilitación y formación profesional para mujeres y niñas que han sido víctimas de la esclavitud sexual y que ha recibido entre 2003 y 2007 una ayuda de más de 1,3 millones de euros de la Asociación Española de Cooperación Internacional. Este centro fue creado por la premio Príncipe de Asturias Somali Mam, quien fue vendida como esclava en varias ocasiones y obligada a ejercer la prostitución hasta que, en 1991, su actual marido la rescató de los burdeles de Phnom Penh.
Desde entonces Somali Mam, que tiene 38 años, decidió crear una asociación (Afesip) para ayudar a las mujeres y niñas que se encuentran en esta situación. Según su testimonio, algunas son vendidas por sus propios padres cuando tienen ocho años para garantizar su virginidad y que no tengan enfermedades de transmisión sexual. Después, sus nuevos propietarios las obligan a mantener hasta quince o veinte relaciones diarias y el pago, a veces, es sólo de un billete de cinco dólares o un plato de arroz. También Doña Sofía recibió al reducido grupo de españoles que residen en Camboya, donde nuestro país todavía no tiene Embajada. Después, mantuvo un encuentro de cortesía con el Rey Norodom Sihamoni, quien ofreció una cena en su honor en el Palacio Real, situado a orillas del río Mekong, cerca de la famosa pagoda del Buda Esmeralda.
Lo que más sorprende de Camboya al visitante, y seguro que a la Reina también, es la permanente sonrisa en el gesto de sus habitantes, la misma que muestran las esculturas del siglo VI del Museo Nacional de Phnom Penh. Sólo hay un lugar en el que está prohibido reírse (con carteles que lo indican expresamente): el Museo del Genocidio, Tuol Sleng. Las paredes de este antiguo colegio, convertido en 1975 en cárcel durante el Gobierno de los Jémeres Rojos, recuerdan las terribles torturas (como arrancar las uñas con alicates) aplicadas por el comunista Pol Pot a quienes no pensaban como él. Después de torturarles, les mataba junto a sus mujeres e hijos.
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