Es de noche, Señor,
y en esta hora tardía
quiero hablar contigo.
La noche tiene un misterio especial.
El silencio reinante me da paz
y a la vez me pone nervioso;
siento de manera diferente cada ruido,
cada paso.
Me veo solo ante tanto silencio.
¡Es terrible el sonido del silencio!
Este misterio me desnuda
y me enfrenta con este yo
que tantas veces escondo en la prisa,
en el “mañana lo haré”, “habrá tiempo”,
evitando preguntarme lo fundamental:
¿Cómo va la vida?
¿Que cosas no deseo enfrentar?
¿Hacia dónde voy con lo que hago?
La noche da una dimensión diferente a todo.
En este ambiente sereno
es más fácil hablar contigo,
contarte lo que me ha pasado en este día,
aceptando los fallos cometidos
y, sobre todo, dándote gracias
por tantas cosas buenas
que Tú me has invitado a hacer.
Es algo que muchas veces se me olvida
y, sin embargo, cuando me acuerdo,
¡cuánto bien me hace!
Por eso, Señor, en esta noche
me siento cercanamente contigo
y me invade una paz de hijo.
Me da confianza y seguridad saberlo.
Dame, Señor, noches como ésta
con más frecuencia.
Juanjo Elezkano
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