Apenas 15 días después del ciclón Nargis, que ha arrasado Myanmar tras su paso por el delta del río Irrawaddy los días 2 y 3 de mayo, el panorama no puede ser peor. Al cierre de este reportaje, los datos oficiales confirmaban 23.458 muertos y 33.416 desaparecidos. Pero quién se fía de esas cifras.
Según Washington, el Nargis ha matado a 100.000 personas; según la ONU, hay entre 63.000 y 102.000 muertos, 220.000 en paradero desconocido y casi dos millones sin vivienda, número que previsiblemente se incrementará, ya que en la zona devastada residían entre 23 y 24 millones de personas.
“La ayuda internacional es muy importante”, asegura sor Ignacia, religiosa de las Franciscanas Misioneras de María, congregación que se ocupa allí, entre otras tareas, de la leprosería. “Si los países pudieran entenderse con el Gobierno…”, añade desde el asilo para religiosas en el que reside. Tras muchas presiones, la Junta Militar que gobierna el país desde hace décadas finalmente aceptaba la ayuda internacional, pero gestionada a través de los ciudadanos y funcionarios locales, rechazando a los cooperantes extranjeros. Distintas voces coinciden en que se están dando muchas circunstancias para que la actual situación derive en una auténtica catástrofe sanitaria si no se actúa pronto. Mientras, el Gobierno se dedicaba a su referéndum sobre la nueva Constitución, celebrado el 10 de mayo (ver recuadro). “¿Crees que la gente está pendiente de las elecciones?”, señala sor Ignacia. “Éste es un tema muy delicado, porque hay mucho miedo. Ahora tenemos que esperar, a ver qué hace el Gobierno”.
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