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domingo, 17 de agosto de 2008

¿Una TORRE de BABEL?

Dice Sara, la traductora del francés al español, de la CVX de Pamplona, que aquí la gente te mira antes la tarjeta de identificación para ver de dónde vienes que a los ojos. En función del país, se deduce, generalmente, la lengua, y entonces pueden darse las situaciones más variadas, desde que haya una comunicación inmediata, hasta que la gente no se siente a tu mesa. Si se piensa que es posible la comunicación, entonces, ya te miran a la cara, al nombre, que también viene en las tarjetas, y se podrá iniciar una conversación.
Para los que estamos aquí “infiltrados”, quiero decir, que no pertenecemos a ninguna delegación, la cuestión es aún más compleja. El nombre de “Translator” que nos han puesto a nosotros/as, el equipo de traducción, suena a Terminator, y Manolo, español también, que está en representación del grupo de trabajo en las Naciones Unidas en Ginebra, lo primero que hizo, nada más comenzar su intervención el otro día, fue desvelar a todos/as a qué se refería ese título de “grupo de trabajo de las Naciones Unidas en Ginebra” que aparece en su tarjeta. Lo cual nos ha venido muy bien a todos/as.
Es bonito, sin embargo, el esfuerzo que se ha hecho y se está haciendo por no hablar sólo en tu propia lengua. Muchos/as delegados/as conocen al menos dos de las tres lenguas oficiales que son el inglés, el español y el francés, y ya nos han dicho, que qué bien que en esta Asamblea Mundial, muchos hispanohablantes hablan un poquito de inglés y/o francés y ya no se aíslan. ¿Será mala fama o será verdad?


El equipo de traductores lo componemos unas cuántas personas. Somos, dos personas de la CVX de Navarra, dos puertorriqueños (un jesuita y un cevequiano, como dicen aquí, que vive en California), el padre Zabala de San Sebastian que lleva muchos años en el Congo y traduce al francés, y un maestro de todos que es el padre Olivier de Bourgh, profesional de todo esto. Bueno, además de yo misma, que hago poquito.
El trabajo verdaderamente complejo es el de los que están en las cabinas haciendo la traducción directa de las sesiones, porque, hay personas que dependen totalmente de la traducción para entender lo que se dice. A veces, el/la orador/a sigue un documento previo que nos ha pasado. El ExCo suele facilitar mucho la tarea, y siempre lo hace así. Además, hablan despacio y haciendo pausas para que el/la traductora puedan seguirlos bien. Pero, ay, cuando toma la palabra el plenario para hacer preguntas, o en las presentaciones del países, entre los nervios que ellos/as tienen, que estamos en una esquinita del Plenario y no los vemos, que tenemos que cambiar de un lenguaje a otro, los diferentes acentos, etc. la situación tiene emoción, y claro, puedes cometer errores…

A la hora de la cena, puede ocurrir que alguien del ExCo nos venga con documentos que acaban de llegar para las sesiones del día siguiente. Ahí es donde mi admiración a los/as traductores se vuelve monumento. En el caso de las traducciones del inglés al español las hago yo, así Ángel, el intérprete que hace la traducción directa, puede descansar. También es verdad, que a él es al que más le toca trabajar, porque la mayoría de las personas aquí usan el inglés como primera lengua. Pero los otros, Sara y Miguel que traducen del francés al español, Ramón que traduce del español al inglés, y el padre Olivier que hace solito todo lo que tenga que ver con francés-inglés y viceversa, continúan trabajando cuando salen de las cabinas.
El esfuerzo es grande, pero la presencia del Espíritu es mayor, y aunque se han recibido algunas quejas, y hay propuestas (creemos que minoritarias) de contratar traductores profesionales, para revivir la experiencia de Pentecostés, como invitaba Edward Wellington, guía de la Asamblea, a hacer durante los días de ayer y de hoy, no hace falta traducción. ¡O eso creo yo!
Marta cvx, desde Fátima

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