Hasta ayer por la mañana era para muchos de nosotros el Padre General de la Compañía, el padre Adolfo Nicolás. Pero este hombre menudo nos ha ganado en el encuentro que tuvo con nosotros ayer. Se notaba por la mañana un cierto revuelo en la Asamblea por su próxima aparición. Era sin dudar el visitante más esperado. La comunidad de Portugal había preparado una capilla preciosa a base de balas de paja que formaban un semicírculo alrededor de un altar, también hecho de paja. El techo de las hojas de los árboles y una cruz de madera eran hoy la catedral de CVX. Este ambiente nos han hecho entrar en la misa con un ánimo realmente nuevo, como si fuéramos a vivir una liturgia nueva. Eso, claro, unido al hecho de que en apenas tres personas a la redonda de cada uno de nosotros teníamos un retrato del mundo perfecto y completo.
El P. General hablando con Aurora, Alfonso y Chencho (ya nos contarán la conversación)
Adolfo Nicolás -ahora no le voy a llamar padre, pues se me antoja distante hacerlo-, Adolfo Nicolás decía, ha llegado sin hacer ruido. Alfonso me cuenta que por la tarde se lo ha encontrado en un pasillo caminando solo, integrado como uno más, sin séquito ni música celestial a su alrededor. Yo ni sé cuando lo ha hecho, ya nos hemos dado cuenta que estaba cuando hemos empezado la misa y aparecido tras los asistentes con un verde radiante haciendo juego con el entorno. Su mejor carta de presentación ha sido que apenas comenzar la misa nos ha dicho que últimamente, desde el 19 de febrero que es nombrado General, siente cómo todo el mundo le trata de otra manera, con cuidado excesivo. Pero que él sigue siendo el mismo y que sólo ha cambiado su ministerio, así que no hay razones para este cambio. "Por favor" -nos pide- "si algún día pasa alguna tragedia, que alguien acuda en mi socorro, porque no voy a poder valerme por mí mismo porque ahora me lo hacen todo".
Manolo Enciso cvx, desde Fátima
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