Palabras más, palabras menos, decía que el mayor aporte que podían hacer los religiosos a la Iglesia y al mundo era el testimonio de su vocación plenamente vivida, con coherencia, con confianza interminable en el Señor. Vivirla con gratitud, alegría, compromiso y esperanza era el mejor testimonio de lo que el Resucitado es capaz de hacer, de dar sentido a nuestras vidas y al mundo.
Hoy quiero rescatar estas palabras, y aunque escritas originalmente para religiosos, aplicarlas a nosotros. En tiempos de grandes desafíos –ciertamente distintos pero tan grandes como aquellos- y de no pocos conflictos –incluso dentro de nuestra propia CVX- quisiera invitarlos a celebrar juntos el don maravilloso que es esta vocación que Dios nos ha regalado.
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